Hace unos días acaba de salir el número 27, julio-diciembre
2017, de la revisa Contratexto (DOI: 10.26439/contratexto),
de la Facultad de Comunicación de la Universidad
de Lima. En este número, Julio César Mateus ha elaborado una
reseña –que reproduzco líneas abajo- del libro que Begoña Gros y yo editamos a
inicio de este año, Pedagogía
Red. Agradezco a @juliussinmundo por su tiempo y sus valiosos comentarios hechos
desde la percepción de un comunicador a quien la educación le importa mucho.
Contratexto n.o 27, julio-diciembre 2017, ISSN 1025-9945,pp. 211-214. DOI: 10.26439/contratexto2017.n028.1797
Aulas en red: una escuela que evoluciona. Pedagogía
red. Una educación para tiempos de internet (2016). Begoña Gros Salvat y
Cristóbal Suárez-Guerrero (editores). Barcelona: Ediciones Octaedro.
Por Julio César
Mateus
(Universidad Pompeu Fabra, Barcelona)
El paso de la
comunicación oral a la escrita significó la primera ruptura del paradigma educativo
por cuenta de una nueva tecnología. Como todo quiebre, no estuvo exento de críticos
y obstáculos. El mismo Platón, por ejemplo, consideró la escritura perjudicial
para la memoria, pues el proceso formativo se resiente al confiar una función
orgánica a un dispositivo externo. Posteriormente, la imprenta y, siglos
después, las tecnologías de comunicación de masas auspiciaron otras rupturas
sustantivas con las formas de aprender. En ambos casos, cobró cada vez mayor
relevancia el aprendizaje informal o invisible. La declaración firmada en la
ciudad alemana de Grünwald, en 1982, por un grupo de investigadores convocados
por la Unesco, daba cuenta de la cuestión aún en tiempos predigitales:
En lugar de condenar o aprobar el indiscutible poder de los medios de comunicación, es forzoso aceptar como un hecho establecido su considerable impacto y su propagación a través del mundo y reconocer al mismo tiempo que constituyen un elemento importante de la cultura en el mundo contemporáneo.
El auge de la cultura
audiovisual supuso la preocupación de muchos críticos —como los italianos
Giovanni Sartori o Raffaele Simone— por la presunta degradación del
conocimiento, pero también la aparición de otros intelectuales menos
pesimistas, como Jesús Martín-Barbero, quien cree que el sistema de medios no
es sino un “reto que pone al descubierto el carácter obsoleto de un modelo de
comunicación escolar que, acosado por los cuatro costados, se coloca a la
defensiva desfasándose aceleradamente de los procesos de producción y
circulación del conocimiento que hoy dinamizan la sociedad”.
El proceso de
digitalización y, en particular, la aparición de internet —metamedio por
excelencia— han provocado un cambio radical en las prácticas de producción y
consumo informativo, cuyo impacto educativo, sin embargo, no acabamos de
interpretar —o preferimos hacer limitándonos a la aplicación en sí—. Una vez
más, críticos mordaces, como Nicholas Carr o Mario Vargas Llosa, señalan, con
tintes distintos, que la desintermediación y profusión informativa desorganizan
la cultura, mal acostumbrándonos a una interacción más superficial o degradando
sus contenidos en favor del espectáculo. En la otra vereda, hallamos promotores
más entusiastas del cambio y de las oportunidades que la instalación de la red
de redes comporta. En ese contexto es donde leemos Pedagogía red. Una educación
para tiempos de internet, libro multiautoral editado por los profesores Begoña
Gros Salvat, de la Universitat de Barcelona, y Cristóbal Suárez-Guerrero, de la
Universidad de Valencia, cuya finalidad es articular una reflexión que usa como
eje la metáfora de la red y es aplicada especialmente al ámbito de la educación
superior.
El libro está formado por
ocho capítulos firmados por once investigadores que, desde diversas
disciplinas, trascienden la tesis de internet como el dispositivo que facilita
o soluciona problemas. Las propuestas del libro se instalan, más bien, en una
línea vygotskiana que contextualiza los procesos de enseñanza-aprendizaje en
los marcos del medio social y la cultura. Cada capítulo responde una pregunta,
siguiendo el estilo mayéutico con el que Sócrates incentivaba la búsqueda de la
verdad. Las preguntas que se abordan son estas: ¿cómo valorar lo que se aprende
en red?, ¿cuándo aprenderlo?, ¿dónde?, ¿con quién?, ¿con qué?, ¿cómo?, ¿qué?, y
¿por qué hacerlo? Los propios editores advierten en la introducción que “la
pedagogía también tiene esa vocación por buscar, gracias a las preguntas, la
movilidad de las ideas y la crítica para ir más allá de la moda o el
automatismo con que a veces se puede asumir internet en la educación”.
En diversos apartados,
los autores cuestionan los sentidos y valoraciones de los aprendizajes en la red
en los terrenos formal e informal, haciendo hincapié en el desarrollo de
capacidades. Precisamente qué capacidades son formadas y cómo son algunas de
las cuestiones más interesantes. Del mismo modo, en varias páginas se discute
el impacto de la disolución del espacio/tiempo y la aparición del aprendizaje
ubicuo y asíncrono materializado en plataformas móviles, sistemas de gestión de
aprendizaje virtual y fenómenos globales como el de los cursos en línea masivos
y abiertos (mejor conocidos por sus siglas en inglés: MOOC).
Una de las ideas que
atraviesa con fuerza los distintos capítulos es la del “aprendizaje en
internet”, que remite tanto al aprendizaje sobre la red como al aprendizaje en
red. Del mismo modo, se insiste en la naturaleza social del aprendizaje, al
tiempo que se presentan reflexiones en torno al sentido y las finalidades de la
educación en la nueva ecología transmedial. Bien se señala en los párrafos
introductorios:
Como aprender no es aséptico al entorno donde sucede, algo debemos exigir a la reflexión educativa para ir más allá de la sustitución de un recurso por otro. Lo radical del cambio es comprender que aprender puede estar enmarañado en una nueva capa de acción y representación en red.
Muchas publicaciones
inundan las librerías con catálogos de herramientas tecnológicas vendidas como
recursos didácticos, prescripciones sobre el uso idóneo de los medios y casos
de éxito de innovaciones y emprendimientos difícilmente generalizables. Por si
fuera poco, se reproducen mitos reduccionistas como el de los “nativos
digitales”, que han sido la coartada perfecta para persuadir a los educadores
de aceptar con resignación una realidad donde siempre serán menos competentes
tecnológicamente y menos necesarios pedagógicamente. Pocas publicaciones, sin
embargo, reflexionan desde la propia teoría del aprendizaje sobre el impacto de
los medios de comunicación, particularmente de internet. Quizá el mejor
referente sea la propuesta del conectivismo desarrollada desde el mundo
anglosajón por George Siemens y Stephen Downes, que plantea la importancia de las
conexiones y los nodos en un mundo de conocimientos descentra- dos y caóticos.
Concluyen estos autores que “nuestra habilidad para aprender lo que necesitamos
mañana es más importante que lo que sabemos hoy”.
Por lo anterior, el
mayor aporte de investigadores como Julio Cabero, Diego Levis y Francesc
Llorens, convocados por Begoña Gros Salvat y Cristóbal Suárez-Guerrero, es
precisamente recordarnos la urgencia de comprender los medios, más que como
artefactos materiales, como experiencias sociales, y cuestionar si nuestras
prácticas docentes no siguen siendo más de lo mismo. La sentencia que
suscribimos es clara: lo educativo debe preceder a lo tecnológico.
2 comentarios:
Interesantísimo. Sin dudas para reflexionar.
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