3 de julio de 2024

Inteligencia Artificial como metáfora en educación

 

La Inteligencia Artificial (IA) no solo es una herramienta potente que la sociedad acaba de entronizar, sino que es además un filtro conceptual que media nuestra relación con el mundo, las personas y con nosotros mismos. La educación no es ajena a este devenir y junto a la importante función didáctica que se le pueda adjudicar para renovar, si cabe, los procesos de enseñanza y aprendizaje, es preciso reflexionar sobre qué aporta la dimensión simbólica –no tecnológica- de la IA. Aquí se propone examinar la IA como metáfora para entender y atender la educación.

Hablar de las metáforas en un trabajo sobre la IA, puede parecer un punto de vista “inútil” si se compara con la gran versatilidad, y la cada vez  más prolija, gama de soluciones tecnológicas basadas en IA. Pero, desde la teoría sociocultural, es preciso recalcar que la tecnología instrumentaliza la mente aportado una caja de herramientas simbólicas para pensar con una forma de hacer, y este proceso, como se acaba de revelar no es reciente y se calcula que empezó hace más tres millones  de años; lo propio de la humano es transformar y ser trasformado con tecnología. La IA es un estadio  más de la historia del desarrollo  humano, ¿pero qué aporta la IA en esa instrumentalización de la mente? Sin duda, enumerar lo que puede hacer la IA puede resultar amplio, pero aquí hace falta pensar sobre lo educativamente posible desde esa función tecnológica “inteligente”. Para eses fin puede servir las metáforas.

Cada herramienta, como la IA, es una  invitación a hacer algo (affordance). No se trata solo de dar una acción hacia afuera, sino también de otra acción hacia dentro ya que, en una transacción entre mente e IA, no habría una relación unidireccional y cabe hablar de efectos de carácter estratégico, como la creación de metáforas. Es común emplear metáforas de base tecnológica en la vida diaria, por ejemplo, el corazón como motor o la mente como ordenador. Pero, lejos de ser recursos líricos, las metáforas tecnológicas, incluida la IA, suponen puntos de apoyo simbólicos para “capturar” la complejidad desde un sistema de acción tecnológico.

Las metáforas, esos recursos del lenguaje que se usan para dar sentido a hechos y procesos complejos a través de conceptos concretos, reconfiguran la realidad. Los propios creadores de tecnología echan mano para “alumbrar” o  “esconder” hechos confusos en sus respectivas creaciones y, en el campo de la educación, hay trabajos muy solventes que dan cuenta del empleo de esta serie de recursos prestados de la tecnología. Por ejemplo, Weller, afirma que las metáforas EdTech merecen ser estudiadas ya que, además de proporcionar un punto de apoyo útil de comprensión, implican un desafío para el pensamiento original aportando una herramienta –simbólica- útil para ir más allá de la rutina hacia procesos más imaginativos y lúdicos. La IA, dada su complejidad, ya dispone de una serie de metáforas que van desde asistente o copiloto hasta loro estocástico o Shoggoth.

Pero, ¿qué metáforas presta la IA a la educación y el aprendizaje? La principal, desde que se acuñó el término “Inteligencia Artificial” en 1956, es el mismo concepto de inteligencia, tema denso, sin respuesta clara para los propios especialistas. Para Suzuki, el concepto de inteligencia, como el de aprendizaje, se han readaptado para describir la IA, hecho que ha generado un cambio semántico. Para Innerarity, “la inteligencia artificial tiene inteligencia refleja, no reflexiva”, es más, desde la visión de Morozov, la IA ni es inteligente ni es artificial. Estos, y otros cuestionamientos a la inteligencia de la IA, permitirían asumir que incluso la propia noción de inteligencia en la IA es una metáfora. Tomar literalmente lo “inteligente” de la IA puede provocar visiones, normalmente aupadas en la prensa y redes sociales, que no hacen otra cosa que estrechar la visión de lo humano a un conjunto, eso sí eficiente, de operaciones lógicas. Esta antropomorfización ocurre también cuando se dice que la IA sufre “alucinaciones” o “miente”. En realidad, no es así, el “percibir mal” o el “faltar a la verdad” son procesos de comprensión y conciencia que están muy distantes de sola reescritura de textos que puede generar, por ejemplo, ChatGPT. Ya que la inteligencia que simula y la inteligencia que comprende no son las mismas, es preciso cuidar esos recursos de lenguaje con que se cifran procesos que al final pueden llevar falsas expectativas, para mal o para bien. La metáfora de la inteligencia, mal atendida, puede llevar a equívocos entre la relación persona-máquina.

Pues bien, si la “inteligencia” de la IA es limitada y no puede ser tomada como literal, sino como una metáfora que permite una caja negra cargada de intrincados procesos matemáticos, ¿qué papel puede tener en la educación? La IA, como metáfora, puede tener un papel importante en la práctica que permitiría percibir, problematizar y dar valor -o no- a ciertos procesos educativos, que permiten repensar el aprendizaje con IA, por ejemplo, como personalización o como algortmización. De esta misma comprensión sobre el poder de la “inteligencia” de la IA también dependen los debates, o bien tecnooptimistas o tecnopesimistas. Pero, como apunta White, hay que estar atentos sobre dónde entronizamos la inteligencia de la IA. Si la IA se pone en la cumbre del pensamiento y el aprendizaje donde cabe la creatividad infinita de la inteligencia humana, o si esa misma IA se pone como apoyo de ese proceso sin fin. Poner la “inteligencia” de la IA como la cúspide infinita de la creatividad mermaría los intentos de desarrollo educativo que, siendo así orientados, no pasarían de ser simulaciones conocidas, creatividad sin novedad.

En general, además de estar atento, y mucho, a lo que puede hacer la IA, hay que estar atentos a lo que pensamos sobre ella, a nuestra narrativa sobre la IA que, dicho sea de paso, debe ser más exigente que la “inteligencia” de la IA. Las metáforas, junto a los mitos EdTech, son parte de ese ese mundo no-tecnológico de la IA que también forma parte de la visión educativa actual.

Fuente:

Suárez-Guerrero, C. (2024). Inteligencia Artificial como metáfora en educación. Dirección Y Liderazgo Educativo, DYLE, 22, 4-5.  

30 de junio de 2024

¿Qué esperar de la IA en educación?

 


La Inteligencia Artificial (IA) nos ocupa y preocupa cada vez más, está para quedarse, y ya que viene adquiriendo una presencia clave en el desarrollo personal y social, cabe examinar qué expectativa educativa estamos construyendo con IA, esto es, qué papel tiene la IA es nuestro imaginario tecnoeducativo. Progresivamente, todos los agentes educativos van formándose una idea sobre la IA que, salvando matices, se debaten entre el tecnoptimismo y el tecnopesimismo, nada novedoso, ya que es lo propio en la irrupción de una tecnología tan potente y opaca a la vez, cuya “caja negra” e interés comprometen a un selecto club que condicionan con mucha fuerza la sociedad actual, y futura. Pues bien, mientras se van desvelando las entrañas del sector de la IA y se aclaran –regulan- las reglas de juego, la IA forma parte del debate y la acción educativa. La IA como flamante integrante de nuestro imaginario tecnoeducativo nos dice a que prestarle –o no- atención al momento de educar.

Está claro que la IA se puede emplear para la enseñanza y el aprendizaje, sobre esto hay muchos interesantes intentos por definir habilidades, escenarios, actividades o herramientas. Pero, incluyendo lo anterior, la IA también nos ofrece unas gafas particulares desde donde interpretar y proyectar educación. No solo usamos tecnología, como la IA, sino que interpretamos la realidad desde discursos, marcas, símbolos, actitudes y conocimientos socialmente legitimados que sirven de matriz de cohesión e identidad a grupos, iniciativas o proyectos muy diversos. Todo este bagaje simbólico forma parte de la IA y, claro, también forma parte de la representación educativa con IA. ¿Qué lugar le adjudicamos a la IA en nuestra forma de representar la educación, la educabilidad, la escuela, el aprendizaje, la enseñanza, el currículo, las situaciones de aprendizaje, etc.? La respuesta supone identificar una narrativa sobre la IA, que en el caso de la educación señala, o debería señalar, el lugar que tiene el ser humano.

La idea aquí es hurgar sobre qué papel le damos a la IA en nuestras prioridades educativas, en nuestro imaginario tecnoeducativo.“Menos tiempo para planificar y más para enseñar: así es la IA que facilita la labor de los docentes”, “La empatía, la atención, la verdadera comunicación y el contacto humano nos convierten en irreemplazables”, “Los seis casos de uso de la IA en las aulas que cambiarán la educación durante 2024” o “La IA pone en jaque a la escuela: los padres dudan de ella, pero la usan para ayudar a sus hijos” son ejemplos a la mano, hay muchos, de las narrativas educativas sobre la IA. Todas suponen una visión del papel de la IA en la educación.

Por poner dos casos. No es lo mismo encarar la educación asumiendo que el aprendizaje es una especie de acto reflejo de la tecnología, o que la IA degradará las funciones creativas del estudiantado que la use con frecuencia. El problema de este tipo de narrativas es que ven a la IA en educación como el único factor, la causa detonante, la “bala de plata”, que puede ser capaz de lo mejor o lo peor. La base de este “abuso” conceptual es suponer el determinismo tecnológico. 

Pero siendo más concreto, y admitiendo una evolución de la taxonomía de Bloom en la era de la IA, no cabe duda que la IA se puede estimular habilidades como recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear, pero la diferencia está en saber cuáles de esas habilidades son la cúspide de nuestras expectativas o cuales la base desde donde partir. Como señala White, al momento de representar el poder de la IA en educación hay que estar atentos sobre cómo entronizamos lo complejo del pensamiento, como la creatividad. En los modelos educativos, el aprendizaje de orden superior, como la creatividad, está ubicada en una estrecha cúspide de un triángulo.

Pues bien, ya que los triángulos, como el de la taxonomía de Bloom en la IA, se estrechan progresivamente hacia arriba dejando lo infinito y más amplio, como puede ser la creatividad humana, como un conciso corolario, la idea aquí es invertir la expectativa desde una estrecha base asociada a recordar y que vaya hacia la amplitud de la creatividad, pasando –no mecánicamente, claro- por comprender, aplicar, analizar o evaluar. Aunque se pueda señalar que el diagrama solo ofrece una idea y no es fielmente una ponderación de destrezas, lo que se quiere destacar es que, para bien o mal, implica una forma de hacer visibles nociones sobre lo que se puede esperar con IA en educación y, con ello, parte de su narrativa. El propio White se pregunta ¿qué pasaría si la creatividad no fuera un fragmento finito y puntiagudo, sino un punto de partida hacia un espacio que, por su propia naturaleza, no puede tener límites sino que se abre a posibilidades desconocidas?

No es lo mismo concebir la IA como aliada de lo infinito y como respuesta creativa acabada. El tema, de fondo, es confundir creatividad con las respuestas generadas por IA. La expectativa de creatividad, y otros procesos, como la generación de metáforas o dilemas son productos humanos que no tienen que ver con las respuestas conocidas sin novedad de la IA, pero estos productos de IA pueden ser sus puntos de partida. Por ello, habría que invertir el triángulo, dando más amplitud y atención a la creatividad humana que, apoyándose en los productos de la IA, pueda abrirse a respuesta inéditas. Además, con esta expectativa de amplitud de la creatividad humana, se podría mitigar el miedo acumulado sobre la IA en educación ya que podríamos enfocarnos en ver que por más “inteligente” que sea la IA, ésta sigue siendo una respuesta refleja no reflexiva… esto es, “la IA no sabrá pensar por ti”.

Pues bien, en nuestras narrativas educativas sobre IA vale la pena ampliar la expectativa de la creatividad humana como cúspide.


18 de marzo de 2024

Simposio EDUTEC24: Mitos EdTech, una agenda por revisar

 

En el marco de la XXVII edición del congreso EDUTEC en Sevilla, del 20 y 22 de noviembre de 2025, Juliana Raffaghelli, Università de Padua @JulianaR71, Caroline Kühn, Bath Spa University  @carolak, Pablo Rivera-Vargas, Universitat de Barcelona @pabloriverabcny  y yo, Cristóbal Suárez-Guerrero, Universitat de València @cristobalsuarez, presentaremos el simposio:

Mitos EdTech, una agenda por revisar

El desarrollo de la tecnología siempre está atado a una serie de mitos sobre su poder. La educación no es ajena a este tipo de narrativas sesgadas que, lejos de ser un tema anecdótico, se constituyen como instrumentos simbólicos para interpretar y actuar en el contexto educativo. Cada herramienta tecnológica tiene un sistema de acción con la que reinventar una relación con la educación, pero también acompaña a cada tecnología una serie de expectativas sobre su potencial que necesitan revisión desde una perspectiva crítica, no para estancar su progreso, sino para abrazar un enfoque holístico y ético que permita un uso con respaldo y sentido pedagógico.

En este simposio, y recuperando el trabajo de Suárez-Guerrero et al., (2023), se busca analizar parte de esta narrativa sobre la tecnología y entender cómo funciona e impacta en el quehacer educativo. Esta narrativa puede caracterizarse como mitos EdTech y es una narrativa que goza de amplia difusión y popularidad, pero que se construyen sin respaldo teórico y científico sólido. Esta narrativa no es inocua ya que forma parte del imaginario pedagógico sobre la tecnología donde, en general, se ancla las decisiones educativas en diversos planos como el político, familiar, escolar o en la investigación.

Para esclarecer los mitos EdTech como objeto de estudio sobre la relación educación y tecnología, se presentan, de un abanico de opciones, cuatro mitos: “La neutralidad de la evidencia”: aquí se plantea cómo la investigación en tecnologías educativas a menudo refleja intereses comerciales o institucionales, careciendo de metodologías sólidas y transparentes, lo que cuestiona la transferibilidad y contextualización efectiva de sus resultados. “Sin tecnología no hay paraíso”: aquí se critica la confianza excesiva en el potencial de las tecnologías digitales, destacando que la influencia de BigTech en definir problemas y soluciones educativas surge de la ineficiencia administrativa y la falta de capacidad técnica de la administración pública. “Lo abierto del aprendizaje abierto”: aquí se busca revisar el concepto de lo abierto desde una lectura de la justicia social que examine la noción de acceso tecnológico como sinónimo de acceso educativo ignorando, muchas veces, factores económicos, culturales y políticos. “La inmaterialidad del aprendizaje virtual”: aquí se busca entender que el aprendizaje virtual, por más virtual que sea, no es se abstrae del contexto donde se aloja la persona, ya que toda oportunidad y limitación virtual está atada a una serie de condiciones materiales de las que depende el estatus online.

Con este proceso de desmitificación de los mitos EdTech se intenta abrir un foco de estudio que pueda, más allá de la simple adición o incorporación de tecnología, pensar la tecnología con todo su potencial, pero también con toda su complejidad y todos sus dilemas en la educación. En general, este simposio apuesta por desarrollar una lectura más allá de la una visión determinista de la tecnología en la educación para apostar por una mirada pedagógica crítica, básica para perfilar el cambio educativo.

16 de febrero de 2024

Presentación. Edublogs y aprendizaje colaborativo

La innovación no es un tema de algoritmos, de fórmulas consabidas o de procesos instintivos. Es sobre todo una búsqueda despierta que nace del compromiso con la realidad, como extensión creativa del conocimiento dotada de una visión y vocación prospectiva. Es por ello no todo lo nuevo es innovación, no toda novedad es innovación o, más concretamente, no toda innovación es un atributo tecnológico. La innovación es algo más que aplicar una formula repetida.

Puede sonar raro decir lo anterior al inicio de un libro que se ha esmerado en trabajar educativamente con blogs, pero no; porque, aunque sean los blogs los que atraigan las miradas para repasar estas páginas, no son los blogs únicamente. Ninguna tecnología es la “bala de plata” que sirve para todo y todos. La tecnología digital, en la educación como en otros ámbitos sociales, es un variable necesaria pero no sufriente que se articula, se conjuga, con otras para explicar e intervenir en procesos muy complejos, como el aprendizaje, que se sostienen de muchos condicionantes. Los blogs no son la causa de los resultados que aquí se destacan, pero sin ellos no podrían haberse dado.

En este libro, “Edublogs y aprendizaje colaborativo: recopilando experiencias prácticas en el ámbito de la educación superior”, que compilan la profesora Irene Moya-Mata y el profesor Jorge Lizandra, es un ejemplo de que la innovación es más compleja que aplicar una solución tecnológica, que no es una estación de llegada, sino un largo camino y que la innovación educativa, la significativa, está atada a un proyecto humano que le da sentido.

Se trata de un libro que recupera las voces de muchos docentes y estudiantes de la educación superior que han trabajado con los edublog, los blogs con finalidad educativa, no de forma anecdótica, sino de manera continuada y comprometida, apostando por ideas formativas desde donde imaginar, entender y orientar una forma particular de acción tecnológica en red: los blogs.

Los blogs, como parte de la llamada revolución 2.0 o web social, representaron muchas expectativas sociales y culturales que permitieron, grosso modo, pasar de una web de lectura a una web de escritura, de contemplar a poder editar. Esta oportunidad técnica, en congruencia con otros factores de la Sociedad Red, permitió ir de la habitual comunicación de masas a la autocomunicación de masas, una forma de comunicación de todos con todos que, en la actualidad con las redes sociales estándar, están haciendo de esa participación social una potente maquinaria de condicionamiento social y extracción de datos a gran escala. Sin duda, el tema de la tecnología en la sociedad y en la educación no se agotan en asuntos técnicos, sino que como en el actual debate de la inteligencia artificial en nuestras vidas, tiene potentes impactos sociales, culturales y éticos que hay que revisar.

Pero los blogs como tal, junto a Wikipedia, fueron también invitación a pensar la relación persona-máquina, y con ello la generación de conocimiento, de una forma diferente. Su atractivo era la posibilidad de levantar la voz, llegar técnicamente a todos, editando tus ideas de forma reticular y usando distintos medios, pero era también la posibilidad de extender un diálogo, de la réplica, del comentario. El blog abrió la puerta a la idea de ser consumir a productor de un tipo de información. Esto levantó la esperanza de su potencial uso en educación donde se imponía la siempre mentada pregunta en educación por el ¿cómo?

Pues bien, lo que ofrece este libro es la innovación de la colaboración como hilo conductor de los edublogs. Este es quizás su mayor aporte: añadir al sistema de acción tecnológico que singulariza a los blogs, la oportunidad de pensarlos como un entorno de interacción recíproco en torno a tareas y metas comunes de aprendizaje. Esto es, los blogs orientados como una oportunidad de aprender todos y no fracasar solos.

La colaboración en general, y la colaboración como método de aprendizaje, como bien se sabe, no es un tema para el que baste estar juntos o la simple interacción, es un tema de coordinación humana y ese es el fondo de este libro, lo que añade al uso del blog. En sus páginas se puede ver que cada capítulo, en mayor o menos medida, es una respuesta sobre cómo desarrollar la coordinación humana es un espacio de creación en red llamada blog.

Sin duda, es preciso usar la tecnología en educación con todo su potencial, así como con todos sus dilemas, pero, como enfatiza este libro, también entre todos. Enhorabuena a los docentes y alumnos por el trabajo.

 

Cristóbal Suárez-Guerrero. Departament de Didàctica i Organització Escolar. Universitat de València