La Inteligencia Artificial (IA) no solo es una herramienta potente
que la sociedad acaba de entronizar, sino que es además un filtro conceptual
que media nuestra relación con el mundo, las personas y con nosotros mismos. La
educación no es ajena a este devenir y junto a la importante función didáctica que
se le pueda adjudicar para renovar, si cabe, los procesos de enseñanza y
aprendizaje, es preciso reflexionar sobre qué aporta la dimensión simbólica –no
tecnológica- de la IA. Aquí se propone examinar la IA como metáfora para
entender y atender la educación.
Hablar de las metáforas en un trabajo sobre la IA, puede parecer
un punto de vista “inútil”
si se compara con la gran versatilidad, y la cada
vez más
prolija, gama de soluciones tecnológicas basadas en IA. Pero, desde la teoría
sociocultural, es preciso recalcar que la tecnología instrumentaliza la mente
aportado una caja de herramientas simbólicas para pensar con una forma de hacer,
y este proceso, como se acaba de revelar no es reciente y se calcula que empezó hace más tres
millones de años; lo propio
de la humano es transformar y ser trasformado con tecnología. La IA es un estadio
más
de la historia del desarrollo humano,
¿pero qué aporta la IA en esa instrumentalización de la mente? Sin duda, enumerar
lo que puede hacer la IA puede resultar amplio, pero aquí hace falta pensar sobre
lo educativamente posible desde esa función tecnológica “inteligente”. Para eses
fin puede servir las metáforas.
Cada herramienta, como la IA, es
una invitación
a hacer algo (affordance). No se trata
solo de dar una acción hacia afuera, sino también de otra acción hacia dentro ya
que, en una transacción entre mente e IA, no habría una relación unidireccional
y cabe hablar de efectos de carácter estratégico, como la creación de
metáforas. Es común emplear metáforas de base tecnológica en la vida diaria, por
ejemplo, el corazón como motor o la mente como ordenador. Pero, lejos de ser recursos
líricos, las metáforas tecnológicas, incluida la IA, suponen puntos de apoyo
simbólicos para “capturar” la complejidad desde un sistema de acción tecnológico.
Las metáforas, esos recursos del lenguaje que se usan para dar
sentido a hechos y procesos complejos a través de conceptos concretos, reconfiguran
la realidad. Los propios creadores de tecnología echan mano para “alumbrar” o “esconder”
hechos confusos en sus respectivas creaciones y, en el campo de la educación,
hay trabajos muy solventes que dan cuenta del empleo de esta serie de recursos prestados
de la tecnología. Por ejemplo, Weller, afirma que
las metáforas EdTech merecen ser estudiadas ya que, además de proporcionar un
punto de apoyo útil de comprensión, implican un desafío para el pensamiento original
aportando una herramienta –simbólica- útil para ir más allá de la rutina hacia procesos
más imaginativos y lúdicos. La IA, dada su complejidad, ya dispone de una serie de metáforas
que van desde asistente o copiloto hasta loro estocástico o Shoggoth.
Pero, ¿qué metáforas presta la IA a la educación y el aprendizaje?
La principal, desde que se acuñó el término “Inteligencia Artificial” en 1956, es
el mismo concepto de inteligencia, tema denso, sin respuesta clara para los propios
especialistas. Para Suzuki, el
concepto de inteligencia, como el de aprendizaje, se han readaptado para describir
la IA, hecho que ha generado un cambio semántico. Para Innerarity,
“la inteligencia artificial tiene inteligencia refleja, no reflexiva”, es más, desde
la visión de Morozov,
la IA ni es inteligente ni es artificial. Estos, y otros cuestionamientos a la inteligencia
de la IA, permitirían asumir que incluso la propia noción de inteligencia en la
IA es una metáfora. Tomar literalmente lo “inteligente” de la IA puede provocar
visiones, normalmente aupadas en la prensa y redes sociales, que no hacen otra cosa
que estrechar la visión de lo humano a un conjunto, eso sí eficiente, de operaciones
lógicas. Esta antropomorfización ocurre también cuando se dice que la IA sufre “alucinaciones”
o “miente”. En realidad, no es así, el “percibir mal” o el “faltar a la verdad”
son procesos de comprensión y conciencia que están muy distantes de sola reescritura
de textos que puede generar, por ejemplo, ChatGPT. Ya que la inteligencia que simula
y la inteligencia que comprende no son las mismas, es preciso cuidar esos recursos
de lenguaje con que se cifran procesos que al final pueden llevar falsas
expectativas, para mal o para bien. La metáfora de la inteligencia, mal atendida,
puede llevar a equívocos entre la relación persona-máquina.
Pues bien, si la “inteligencia” de la IA es limitada y no puede
ser tomada como literal, sino como una metáfora que permite una caja negra cargada
de intrincados procesos matemáticos, ¿qué
papel puede tener en la educación? La IA, como metáfora, puede tener un papel
importante en la práctica que permitiría percibir, problematizar y dar valor -o
no- a ciertos procesos educativos, que permiten repensar el aprendizaje con IA,
por ejemplo, como personalización o como algortmización. De esta misma comprensión
sobre el poder de la “inteligencia” de la IA también dependen los debates, o bien
tecnooptimistas
o tecnopesimistas. Pero, como apunta White, hay que estar atentos
sobre dónde entronizamos la inteligencia de la IA. Si la IA se pone en la cumbre
del pensamiento y el aprendizaje donde cabe la creatividad infinita de la inteligencia
humana, o si esa misma IA se pone como apoyo de ese proceso sin fin. Poner la “inteligencia”
de la IA como la cúspide infinita de la creatividad mermaría los intentos de
desarrollo educativo que, siendo así orientados, no pasarían de ser simulaciones
conocidas, creatividad sin novedad.
En general, además de estar atento, y mucho, a lo que puede hacer
la IA, hay que estar atentos a lo que pensamos sobre ella, a nuestra narrativa sobre la IA que, dicho
sea de paso, debe ser más exigente que la “inteligencia” de la IA. Las metáforas,
junto a los mitos EdTech,
son parte de ese ese mundo no-tecnológico de la IA que también forma parte de la
visión educativa actual.
Fuente:
Suárez-Guerrero, C. (2024). Inteligencia Artificial como metáfora en educación. Dirección Y Liderazgo Educativo, DYLE, 22, 4-5.